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miércoles, enero 03, 2007

La belleza inesperada

Hoy un diente problemático me arrastró hasta el Hospital Italiano de La Plata, sólo para enterarme de que el Hospital Italiano de Buenos Aires - al que estoy asociado - y éste NO SON la misma cosa... increíble, ya que incluso utilizan el mismo logotipo, etc.
Me hizo acordar a cuando el Banco de Boston no era el Banco de Boston, ni el Citibank era el Citibank... en fin, cosas de Argentina.
Así que en medio de la ida y vuelta de papeles, tramiteríos y la confusión de los propios empleados, terminé haciendo la cola en la farmacia del hospital.
El hospital en sí es un lugar con cierto aspecto descuidado que la amabilidad de sus trabajadores no llega a disimular del todo.
Mientras esperaba, de pronto advertí que dentro mismo de la pequeña oficina de la farmacia reinaba una atmósfera por completo diferente. No era sólo que estaba más ordenado, ni tampoco que la luz era distinta, era otra cosa... el aire era distinto, como cargado de una intensidad levemente mágica.
Había como un vidrio invisible que separaba dos mundos. Cuando uno miraba al pasillo, el contraste era evidente: esa sutileza estaba rigurosamente de la ventana para adentro, había un límite tan invisible como preciso.
Entonces reparé en las personas que atendían: eran dos chicas, quizás más simpáticas que lo normal, pero nada más. Más atrás, debajo de un gran ventilador de techo, en un rincón elevado, se hallaba una bella imagen de un santo con el niño Jesús en sus brazos junto a otros iconos católicos.
Todo, incluso esas imágenes, estaba impregnado del raro encanto del cual ni una sola gota salía al pasillo.
Estuve muy divertido observando ese contraste, ese límite tan tajante entre algo desconocido y el mundo vulgar, hasta que una de las chicas me atendió.
Tenía ganas de comentarle algo al respecto pero... ¿lo entenderían? No tenía sentido... de cualquier manera, quizás algún día ellas lean esto gracias a la magia que también actúa en la Web.
Difícil decir si ellas eran conscientes de lo que sucedía en su propio lugar de trabajo, pero de alguna manera seguramente lo sabían.
Cuando terminé el breve sumergirme en esa atmósfera, volví a los desteñidos pasillos del subsuelo, más desteñidos y más subsuelos que nunca.

Que misterioso es todo.

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1 comentario:

  1. En un comentario que dejé en este blog, expresé que, en medio de unas sensaciones que tuve (haciendo un trámite para dar de baja un teléfono celular que era de mi padre), "jugaba" a mirar a través del ventanal de vidrio que separaba ese local comercial del afuera, y que percibía el contraste entre esto que "me" sucedía ahí adentro, y aquello que sucedía allá afuera.

    Coincido: hay un misterio, como mínimo, inabordable, desde todo esto que soy tal como ahora estoy siendo; un misterio que hoy pienso como dentro del entramado más íntimo de la capa más profunda de la realidad. Un filo veloz...

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