Eramos inocentes, Martha, y no lo sabíamos
Entonces
Ilumbisí era verde, verde,
muy verde
Y los árboles altos,
altos
Y la música, y los amigos
reían
Y la casa era blanca
como el Cotopaxi
Y el Cotopaxi era el cielo, Martha,
el cielo
Afuera la luna en la escarcha
Y la noche y las chispas y el fuego
Y el latido de los descubrimientos
Eramos mágicos, Martha,
y no lo sabíamos
porque la inocencia no sabe que es
blanca como el Cotopaxi,
Martha,
como el Cotopaxi
Mirábamos sus nieves lejanas
y decíamos:
“Será nuestro testigo”
“Será eterno”
Eramos mágicos porque éramos inocentes, Martha,
inocentes
Porque la inocencia es mágica
Y reías
Y las ausencias se fueron
expandiendo
hasta que las cartas
se hicieron
silencio
Y lo distante se hizo
eterno
El Cotopaxi, Martha, el Cotopaxi
A Martha Ruiz Torres, en el día de su viaje
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