Rubicón hizo este comentario, cuya respuesta tardaría
varios días en aparecer.
Creo que vale la pena ponerlo como nueva nota.
=============================
Rubicón ha dejado un nuevo comentario en su entrada
"Los nuevos gurúes robarán a Krishnamurti - Parte 2...":
Es cierto que "Rubicón" es un nombre original. Pero, es que resulta que "Anónimo" es demasiado corriente. Vaya esto dirigido al que anónimamente comentaba sobre el asuntito de mi nombre.
Dicho esto, me dirijo a nuestro amigo Galaxio: sin ánimo de ser molesto (te lo juro), te quiero preguntar algo. ¿No es una paradoja que hables contra todos los tipos de gurú, y tú no pares de dar consejos y de opinar de esto y de lo otro como un gurú? Entiéndeme bien: me parece fantástico que intentes ayudar a las personas, y que hables de esto y de lo otro (de manera, por cierto, muy inteligente). Pero, entonces quizá no deberías meterte con todos, absolutamente todos, los gurú sin incluirte a ti mismo.
Otra pregunta: ¿no es también paradójico que no pares de EXPLICAR lo que dice Krishnamurti, cuando Krishnamurti mismo dijo que no quería ser interpretado.
No sería más lógico, querido Galaxio, que te limitaras a sugerir a los buscadores que lean a Krishnamurti sin más "notas al pie".
Sé que no me malinterpretarás, y que tomarás todo esto simplemente como motivo de reflexión.
Un abrazo.
Respuesta:
Que tal Rubicón... respuesta tardía, pero bueno, a veces dejo que los cuestionamientos interesantes – y el tuyo me resultó así – reposen en mi mente por cierto tiempo. Suele suceder que la respuesta que sale luego tiene una cualidad muy diferente a la que tendría una respuesta rápida, instantánea.
No es la primera vez que me dicen cosas como que yo mismo soy un gurú, y que no debería explicar a K.
El problema que veo en estos cuestionamientos es que no me veo ni como un gurú, ni creo que estoy explicando a K.
Primero analicemos seriamente, profundamente, con toda nuestra capacidad sensible y lógica, el tema de si soy un gurú o no:
Bueno, no soy un gurú.
Fin de la cuestión.
;)
Si necesitara algún argumento más lógico, sería éste:
Los gurúes me dan asco.
No me doy asco.
Por lo tanto, no soy un gurú.
Otra podría ser:
No tengo una relación de dependencia mutua con nadie de índole intelectual, emocional o económica.
Ergo, no soy un gurú.
Y aún otra más:
Me gusta tener amigos.
Tons, ni por puta soy un gurú.
:))
Bien, ahora que hemos resuelto el primer tema, pasemos al otro, que fue el que me tuvo tantos días para responderte adecuadamente.
¿Estoy explicando a Krishnamurti?
Esa pregunta sí me hizo sentar varias madrugadas a observar en silencio lo que ando haciendo con mis blogs.
La respuesta, que finalmente se me apareció inesperadamente ayer sábado por la tarde (y me hizo exclamar totalmente fuera de contexto delante de otros: “ah!!! Claro!!!”) es la siguiente:
Hay cosas que he vivido en relación con las enseñanzas de K, y no puedo negarlas, simplemente.
Esas cosas vividas me hacen responsable ante los demás, y hay muchos casos en que callarme sería una irresponsabilidad.
Veamos un ejemplo concreto.
Antes de conocer a K, pasé por la experiencia de tener gurúes, de los sinceramente equivocados como Yogananda y algunos Zen, hasta algunos delincuentes conscientes, tipo Prem Rawat, Serge Raynaud de la Ferriere y Anandamurti.
Precisamente, siendo presidente de la Gran Fraternidad Universal, Línea Solar, en Buenos Aires, allá por 1977, me topé con Krishnamurti como quien se topa con un tren de carga, sobre la cuestión de los gurúes, escuelas, y demás.
Eso hizo que mis caminos en el laberinto de los gurúes terminara abruptamente, y comenzara una época de luz en mi vida, de la mano de amigos como Alcides Amor, Abel Cortese, Jorge Santkovsky, Mirta Zaidwever, Adriana Moskowski, Gabriel Sonatore y Armando Clavier. Más tarde vendrían otros, como Mónica Giráldez, Jaime Lepe, Hernán Barró, María Fernanda Barro, Paula Nieto, y varios más, con quienes hicimos dos o tres grupos que sólo puedo definir como “mágicos” en tiempos terribles y mágicos a la vez. Más tarde, otras personas se sumarían a esa caravana de Armando donde energías impensables acudían sin previo aviso: Alejandro Bulnes, Silvia Fox, Andrea Calero... también Elena Juliana Suárez, Ana Teresa y Noé Marcial, mi hijo, de alguna manera formaron parte de la misma caravana, si bien en tono más familiar, igual que Paula y Abel. Alguna vez, Claudio, el hijo de Armando, también fue parte de los diálogos, para no hablar de Elvira, la inolvidable mujer de Armando.
Luego, todos proseguiríamos nuestros caminos.
En aquellas reuniones con Armando, en vida de Krishnamurti, se revelaban cosas que no habíamos leido de K, y que luego sí encontraríamos en sus escritos.
Es decir, no eran reuniones donde repetíamos lo que K decía, sino que existía una actitud de investigación mortalmente seria de parte todos nosotros, en un ambiente tremendamente afectivo, que abría dimensiones atemporales.
Un ejemplo de esto es el hecho de que durante unos 25 años nos reunimos con Armando en un número variable, pero que habíamos decidido que no fueran más de 6 o 7, a veces en un ritmo semanal.
Años después, supimos que K había recomendado hacer exactamente lo mismo.
Uno puede sentir, en todo esto, un movimiento que trasciende a cada persona en particular, una corriente con sentido impersonal, como los ríos de las hormigas.
Y ese río podría incluir a cualquiera que lea esto.
Así pues, cuando leí lo que K dijo de los gurúes, había puesto en palabras lo que yo ya había experimentado por mí mismo, así que cuando digo que “los gurúes son nefastos” no lo digo repitiendo a K, sino a partir de mi experiencia de vida.
Y lo mismo con muchas cosas que se revelaron en otras instancias de mi transcurrir, particularmente durante las reuniones de amigos en torno a K, aquellas reuniones con Armando que, a medida que pasan los años, van tomando una importancia extraordinaria de alguna manera.
Una vez que K se expresó... nadie más debe hablar sobre los temas que él tocó?
No es así, los mismos temas que K abordó pueden ser abordados por todos nosotros, por cualquiera de nosotros.
Se lo puede abordar desde la repetición, lo que nos llevará a un punto muerto.
Pero también podemos indagar, “siguiendo las pistas” de K, pero no “creyéndole del todo” hasta ver por nosotros mismos. Esa nueva visión generalmente tiene creatividad en sí misma, hay nuevos descubrimientos que estaban implícitos pero no expresados por K, tienen un “aroma” muy definido a verdad.
Una vez que algo ha sido visto, uno es responsable de lo visto, y habla por sí mismo, no en nombre de K, Buddha, o alguien más.
Bueno, eso me pasó.
Habiendo visto los milagros desencadenarse en reuniones de amigos y familiares esencialmente interesados en la verdad, rechazo de plano la relación gurú-discípulo por ser un obstáculo insalvable para tales milagros.
Habiendo vivido cosas extraordinarias de las que K habló, yo las afirmo desde mí mismo, sin necesidad de recurrir a K.
Pero en aquellas cosas de las que K habló y que yo no las he vivido - aún creyéndole absoluta, incondicionalmente - ahí si yo recurro a sus palabras, porque son INSUSTITUIBLES.
Jamás osaría meterme con cosas que él dijo y que yo no ví ni viví, y explicárselo a otros.
Ese ensucie de la enseñanza se asemejaría mucho a la maldad de los gurúes e intérpretes baratos de K, como Eckhart Tolle y otros, que ponen una pared insalvable para los milagros de la comprensión y las energías trascendentes al poner el dinero y/o la devoción encubierta en medio de toda esta belleza intemporal.
Actualmente existen otros lugares donde la relación estrechamente amistosa – con reputeadas incluidas - es condición primaria para que “sucedan cosas”, y aquí debo nombrar a la escuela de Ginés del Castillo. El ocupa, ante sus alumnos, un lugar muy parecido al que ocupaba Armando ante nosotros, en aquel entonces – y él no les habla desde la mera repetición, lo cual es mucho.
Así que esto que me pasó seguramente está pasando en muchos otros lugares del mundo y puede pasarles a cualquiera de ustedes. Nadie es demasiado especial luego del advenimiento de K.
De hecho, si durante la lectura de esto se sintieron momentáneamente “elevados”, o “suspendidos” o con “sensación de verdad” en algún momento... ya les está pasando!
¿por qué digo esto? Porque cuando lo escribí, así estuve... y es “contagioso”.
Ahora imaginen que yo les cobre por este artículo, digamos, unos 100 dólares, como parte de un curso de “cómo ser un budita moderno a la Krishnamurti”... ¿qué se perdería?
Bueno, eso es ser gurú, y ése el efecto de los gurúes.
¿Tengo ese efecto en ustedes?
El papel del gurú – descarado o disfrazado de mil maneras – debe ser negado con toda decisión para que estas cosas simples, pero trascendentes, sucedan.
Veo claramente, por mí mismo, que los gurúes evitan los pequeños y grandes milagros deformando la mente de sus seguidores a través de la deformación de la relación humana afectiva, y aquí es donde me siento responsable... y entonces hablo (y a veces no soy yo...)
Bueno, Rubicón, abrazos, espero haberte contestado, ya que me contesté a mí mismo – y en esto debo agradecerte en medio de esta gloriosa mañana en San Marcos Sierra, llenas del juego del Sol con las nubes poderosas del verano de esta zona – una maravilla a la altura de las cataratas de Iguazú, los Andes o el mar.