En Argentina existe una escuelita extraordinaria, perdida por ahí, entre los ríos y llanuras de este país maravilloso.
En ese lugar suceden cosas por demás interesantes, en todos los niveles: físicos, energéticos y psicológicos. Aunque no la conozco personalmente, ya puedo atestiguarlo.
Personalmente creo que se trata de lo que llamo un "Núcleo Uraniano".
Según las predicciones de cómo va a seguir este asunto de la mutación humana, los uranianos se irán reconociendo y juntando espontáneamente aquí y allá, formando proyectos comunitarios y espirituales en relación con la Naturaleza.
Por supuesto, en los núcleos uranianos la enseñanza de Krishnamurti estará presente, ya que sin ella, no podría hacerse nada de lo anterior en forma real.
Y resulta que esta escuelita perdida, sin apoyo oficial, aún desconocida, cumple con todos esos requisitos; de ahí que yo les endilgue el título de "Uranianos" les guste o no. Las rotulaciones son cosas mías, y probablemente no les guste demasiado, porque en la educación que en esa escuela se brinda las etiquetas diferenciadoras, calificaciones y escalas competitivas están totalmente fuera de lugar, al revés del sistema educativo predominante.
¿Y CUAL ES EL RESULTADO?
Esto que van a leer: un mensaje que su fundador, Ginés del Castillo, envió dentro de su Grupo Yahoo La Cecilia, contando la experiencia que tuvo una de sus alumnas cuando salió "al mundo".
Para ser más exactos, creo que la "experiencia" la tuvieron "los del mundo", no tanto ella.
Bueno, gócenlo.
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Hola amigos,
Ayer, en reunión de maestros, hablábamos sobre las diferencias de la educación en La Cecilia en relación a cualquier otra escuela conocida.
Valeria, maestra y mamá de una alumna de tercer año de EGB (Primaria) nos contaba las experiencias que vivía con su hija Dana en actividades que ella realizaba fuera de la escuela. Dana asiste a cursos de teatro, danza y música en otro Instituto fuera de La Cecilia por las tardes.
Sobre los exámenes, cuenta Valeria que un día viene Dana de sus clases en ese Instituto y le cuenta que ese día habían hecho una actividad diferente, que los habían hecho sentar separados y les habían dado una hoja a cada uno diciéndoles que trabajaran sin mirar el trabajo de los compañeros. Valeria le explicó que eso era un examen, que le habían tomado un examen. Dana insistía en que era solamente una actividad diferente. No le había producido ningún temor, ninguna tensión y hasta la había disfrutado ... y sacado una muy buena calificación.
Sobre el Boletín de Calificaciones que le dan en ese Instituto, contaba que los profesores se sorprendían porque era la única niña que recibía el Boletín y lo guardaba en su mochila sin siquiera mirarlo. Los demás alumnos miran sus calificaciones con ansiedad y espíritu competitivo, comparándolas con las de los demás.
Un día le pedían a los alumnos que pasaran de a uno y contaran cosas que los habían hecho sentir felices y tristes. Los compañeros contaban episodios de regalos, juegos electrónicos, visitas a Hamburgueserías, etc. Cuando tocó el turno a Dana, habló de la felicidad de pasear con sus padres, de tener amigas, de ir todos los días a la escuela La Cecilia, y que la única vez que se sintió triste fué cuando vió llorar a su padre por la muerte de su abuelo. Todos quedaron mudos ante este relato de Dana.
Dana es una niña vivaz, de nueve años de edad, que siempre está cantando y bailando e inventando canciones y coreografías con sus amigas, que disfruta del juego y también de las clases en la escuela. Dana no sólo es una alumna de La Cecilia sino que también encuentra en su hogar un ámbito coherente con lo que vive en la escuela. Una buena combinación.
Sólo quería compartir con ustedes estas cosas sencillas, de la vida diaria, que me parecieron más relevantes que tantas disquisiciones teóricas en las que suelen enredarse hoy en día los que "saben" de educación. A propósito de ello, me viene a la mente una poesía de León Felipe que concluye más o menos así:
"¡Qué lastima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosa de poca importancia!"
Un abrazo.
Ginés
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