Mac es soberbio; sin dudas, el sistema operativo y la tecnología de punta en computadoras de todo tipo. Le sigue Windows, que con maniobras santas y non-sanctas terminó apoderándose del corazón de la "clase media" informática mundial.
Y luego está el humilde GNU-Unix, bajo sus alias de BSD y Linux, si bien este último nombre tapó a los demás.
Cuando uno está un rato con una Mac de última generación y luego vuelve a las "cajas grises" de Windows (como se le decía en tiempos de la CPU) uno tiene la sensación de un retroceso en el tiempo. Leve, pero retroceso. Y si uno va de cualquiera de los dos a Linux/BSD, esa impresión se agrava aún más. Hay versiones que recuerdan en todo sentido a los 90.
Y sin embargo... que bien se siente uno con Linux/BSD!!!
No es sólo porque es gratis, es también porque uno lo siente propio, ya que se puede alterar a gusto, si se sabe; cada uno puede incluso crear su propia distribución, con su propio estilo, convirtiéndose por un momento en algo parecido a Bill Gates o Steve Jobs. Y lo mismo pasa en todo el software libre.
Más allá de esta simpatía inmediata, el Open Source esconde un factor comunitario que va reflejando, sin duda, lo que será el futuro: una colaboración anónima global.
Es esta colaboración desinteresada, hecha por gusto, por interés natural, más allá de ambiciones personales, lo que le da esa atmósfera indefinible, amistosa, y hasta espiritual, que existe en todo el Open Source.
Una Mac es brillante, un Windows es impactante, pero Linux/BSD es un adelanto de como será el mundo colaborativo, libre y creativo del futuro, y quizás por eso es que se siente tan bien.
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