Las Mentes Compartidas
La
tristeza en la que nos hundimos muchas veces los mutantes es, quizás,
el motivo principal por el que hice los diferentes grupos de mutantes a
lo largo de mi vida (La Probeta, los talleres de sueños, el grupo
“Uranianos” de Yahoo y el de Facebook)
¿Por qué nos invaden esos momentos tan oscuros?
Según pude ver en mí mismo y en muchos amigos, hay muchas causas,
siendo una muy importante el tipo de energías con las que nos topamos
“por ahí”
Al tener percepción expandida, los mutantes tienen
más “estados” diferentes. Estos estados no son simplemente cambios de
ánimo, sino nuevas mentes que han pasado por nosotros.
Esto merece una atención aparte.
Presos de la ilusión del “yo” nosotros tendemos a pensar que cuando
paseamos por un bosque, por ejemplo, ese ambiente “nos alegra” en el
sentido de algo exterior que afecta a algo esencialmente impermeable,
como si fuéramos una pelota que se refresca en una piscina.
No
es así: cuando entramos a un bosque en forma armoniosa, respetuosa, en
silencio y receptividad, puede pasar que la Mente que ocupa ese bosque
nos ocupe a nosotros también. Esto no coincide para nada con la visión
que el pensamiento egoico tiene del universo, en el cual los seres
tienen una naturaleza psicológica sólida, indivisible; la visión de que
la mente es más como un espacio por donde pueden entrar y salir otras
mentes es por completo incomprensible para el cerebro, cuyos límites
orgánicos son las fronteras definitivas entre el “afuera” y “adentro”
incluso en lo psicológico.
Ya que han abierto el corazón aquí
para contar lo que les pasa, permítanme contar esta anécdota personal
sucedida en San Marcos Sierra, donde relato cómo fue que descubrí este
hecho por mí mismo, y de paso así puedo explicar mejor a lo que me
refiero.
En aquel lugar la sequedad es importante; las salinas
están cerca, las temperaturas pueden ser altas, y hay poca agua.
Entonces las plantas pasan por ciclos muy marcados de sequedad – riego.
No es como en las zonas húmedas donde no hay mucha diferencia entre
regar y no regar.
En pleno verano, sobre todo si no hay lluvias y sí
mucho viento incandescente, uno está obligado a regar planta por planta
hasta varias veces por día.
Comenzó a llamarme la atención un
hecho: la felicidad que sentía al regar. Esto no era algo nuevo. Cuando
tenía 14 años me tocó ayudar a una monjita que tenía una especie de
vivero con cientos de pequeñas macetas. Muchas veces sentí una inmensa
felicidad al hacerlo, en las penumbras del ocaso, y ese recuerdo quedó
impreso.
En San Marcos, al ser consciente del fenómeno, comencé a
experimentar con el mismo; por ejemplo, trataba de notar en qué preciso
instante comenzaba a sentir esa felicidad fresca y espacial, y me
preguntaba si tendría que ver con alguna substancia que las plantas
lanzarían al aire, o algo así. Poco a poco me di cuenta de que era un
fenómeno energético. Y una tarde sucedió que pude ver con total claridad
que esa no era una "alegría contagiada" por una "mente vegetal", sino
algo más: esa misma alegría ERA una nueva mente, y lo que es más,
formaba parte de mí, momentáneamente.
No es que mi mente y la de las
plantas se fundieran, sino que, de alguna forma, las dos mentes
coexistían por sí mismas y unificadas a la vez. Uno era consciente de
ambas mentes, la propia y la de los vegetales. Sucede que la mente de
las plantas es feliz; las plantas son seres inmensamente felices,
espaciales, misteriosas y transparentes. Todos hemos sentido su
felicidad alguna vez, pero hemos pensado que "nos han transmitido" esa
paz.
Observemos con atención, la próxima vez: esa felicidad en
sí misma es otra mente, bien concreta y bien localizada, ya que si uno
se va de ese lugar, la mente no durará mucho tiempo "dentro nuestro".
Es decir, nosotros somos el punto de confluencia de muchas mentes, de
muchos planos impersonales. Y los mutantes, en particular, son mucho más
proclives que los normales para fundirse con variadas mentes y
dimensiones del universo.
Esto nos produce unos "efectos
secundarios" de cuidado, ya que no todas las mentes son tan gráciles,
livianas y alegres como la de las plantas; a veces podemos entrar en
contacto con mentes vastísimas, misteriosísimas, poderosísimas. Sobre
todo este último factor es importante... hay mentes muy, muy intensas
que nos pueden sacudir como a un patito de plástico en un maremoto.
Mientras sucede no hay problemas... uno está "bien acompañado". El
problema comienza cuando la energía se va, porque puede sobrevenir una
gran inestabilidad. Las maneras en que esto ha sido expresado por mis
amigos difiere mucho: altibajos profundos, sensación de que "nada
importa", ganas de "salirse de todo esto", "ojalá fuera normal", y sobre
todo una enorme tristeza. También está la sensación de que nuestra vida
está siendo "intervenida", que perdemos el control sobre ella, junto
con la sensación de incertidumbre penumbrosa. Esto puede permanecer
hasta el siguiente evento de bienaventuranza o visitas energéticas que
de nuevo nos transportan al nirvana.
Definamos todo lo anterior como "inestabilidad".
El contacto/ser parte de inmensas mentes/energías nos sacude a niveles
desconocidos. Entonces esos estados sean, quizás, un precio a pagar, o
una consecuencia inevitable.
Lo cierto es que hay un remedio para
ello, y fue instituido ya por el Buddha al crear la Sangha, o
congregación de monjes. Y lo mismo Krishnamurti, quien habló varias
veces de la necesidad de "estar juntos".
Cuando estamos muy
inestables lo más necesario es un grupo de amigos, familiares o pareja
que comprendan lo que uno está pasando. Al mezclar nuestras energías con
otras más estables, todo se tranquiliza. Estar solos ante estos
misterios y sus efectos puede darnos mucha claridad en el ver, pero
mucha conmoción energética y emocional, y por esa razón está este grupo,
donde espero que haya nuevas y muchas amistades creadas.
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