Es más fácil, más puro digamos, cuando uno va desde lo exterior a lo interior, y no al revés.
Con esto quiero decir: cuando uno está centrado en la observación de su propia mente (o en el análisis, peor aún) entonces puede volverse insensible a la belleza, puede neurotizarse.
Por otra parte, cuando uno está en contacto con la naturaleza, con los ojos y el pecho llenos del cielo, de las aguas, los árboles, los vientos... entonces con esa mente altamente sensible puede entrar al bosque de los propios mecanismos mentales muy de otra manera, entra inocente, ajeno a lo que es "mío" y "ajeno", mira todos los sucesos de la mente como si estuviera en un paisaje impersonal como los bosques por donde está paseando.
Es como llevar la luz de los árboles para que ilumine los laberintos interiores.
Pero focalizarse en los laberintos oscuros... sólo añade más recovecos estériles a esos mismos laberintos, que luego se proyectan al exterior.
Lastimosamente, luego lleva lo estéril, la oscuridad a los bosques, entonces uno camina como un ciego pensativo entre los árboles.
Parte de una conversación
Excelente.Es algo que hace años me da vueltas. Lo resumí en una frase para repetirme: "...hay que sacar al ser humano del centro de la escena".
ResponderBorrarTodas la religiones, filosofías y las ciencias sociales están diseñadas desde la interpretación subjetiva del entorno. No hay integración, hay interpretaciones subjetivas. Todas inútiles.