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lunes, febrero 12, 2018

Ver el juego de la maldad a través de los cuerpos indiferenciados




Parte de un diálogo.


En cuanto a la comprensión vs. corte de relación... si uno comprende realmente que está con alguien que está poseído por la maldad (o como queramos definirlo) esa propia claridad hará, seguramente, que pongamos los pies en polvorosa, como decían antes. Pero eso no es suficiente; hay algo más que podemos aprender, y es nuestra relación con la maldad.
Aquí hay una cuestión paralela: la sensibilidad al mal, algo en que vengo insistiendo desde hace algún tiempo a raíz de las múltiples discusiones políticas en las que me meto.
Hemos dicho que lo bondadoso se revela a sí mismo, se expone tal como es, y por eso es relativamente fácil sentirlo.
Pero la maldad no es así: se disfraza, se justifica, miente, confunde, etc.
Entonces la maldad resulta ser más difícil de ser percibida.
Una situación típica es justificar una relación violenta por X motivos. Es muy frecuente. La víctima, en general, niega algo extremadamente obvio para todos los que la rodean: que está siendo victimizada. No percibe la maldad y no hay forma en que la vea.
Los propios deseos suelen formar parte activa en mantener una relación tóxica, ya que al mantenerla estaremos obteniendo algún "premio", sea sexual, emocional, social, material, etc. Y los deseos, se sabe, son una gran puerta al sufrimiento.
Entonces la cosa es un poco compleja.
Está la pareja con el mal actuando contra uno, pero al mismo tiempo nos negamos a ver ese mal por algún tipo de enganche, por algún "beneficio". Cuando ya no hay "beneficio" alguno, la situación sí se vuelve enteramente de esclavitud o prisión de la que sólo cabe escaparse físicamente. Es verdad que el mal no es algo a ser comprendido sino percibido, como dijeron más arriba. Y cuanto antes, mejor.
Pero si la relación no ha llegado al estado de esclavitud y por algún milagro uno abre los ojos, no debería ver solamente la maldad en el otro, sino también en qué lugar ese mal exterior se ha afirmado en uno mismo, porque en todos existe el ego, y como dice Krishnamurti, entonces todos tenemos una pequeña sucursal de la maldad ahí dentro.
Por lo tanto, la cuestión es comprender tanto el juego exterior como el interior. Es un todo. Es ver el juego de la maldad a través de los cuerpos indiferenciados.
Es un error mirar toda la situación desde la perspectiva personal; hay que mirarla "desde afuera". Los amigos suelen ver mejor lo que pasa en una pareja tóxica, por ej, porque están viendo las cosas sin demasiados intereses, desde una distancia.



2 comentarios:

  1. A los 18 años tuve una "explosión". Me di cuenta que pensaba como un hecho indiscutible. La consecuencia lúdica de eso fue que no paraba de elaborar teorías acerca de todo, del Universo, de la mente, de las cosas. Estaba (aparentemente) especialmente interesado en la Nada y en el origen del Universo. Es probable que haya estado desvariando un poco en ese periodo, pero fue para mí un antes y después. Paralelo a esto, me encontré con un tal Krishnamurti en forma de libro casualmente. Eso también fue como una explosión, más suave (esa primera vez y las semanas siguientes; ese año), pero contundente. Cuando empecé a leer las primeras páginas de aquél libro "sentí que algo se me ordenaba/organizaba/ por dentro" (estoy queriendo utilizar sinónimos para la palabra "orden", de "ordenar", "ordenamiento", "acomodamiento") y una especie de "afinidad interna" que no encontraba oposición en mi mente (me pasó igual viendo un documental sobre el Budismo, sin todavía tener idea de qué era el Budismo: una indescriptible afinidad). Con Krishnamurti tuve otro "antes" y "después", con una nueva "explosión", junto, otra vez, a un lanzamiento tipo cohete de intelectualidad.

    Mayormente, a partir de esos 18 años, he sido un escéptico (madurando el concepto, claro está, no de repente y no, desde el inicio, con todo el espectro de la sensatez). Mis mayores cimas de entendimiento, de descubrimientos personales, de las cosas que he ido considerando buenas, estuvieron del lado del escepticismo. Pero, claro, a tal punto, que me fui a un extremo (¡cómo no! (?)). 1/2

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  2. No creía en nada, ni en nadie. Ni siquiera usaba la expresión "yo creo" como sinónimo de "yo pienso/opino que..." (aún no la uso, pero el resguardo no responde como antes a alguna confusión antigua, "creo" yo). Me sucedió lo que le sucede a algunos "filósofos" que se perdieron en un mar de reflexiones sin lucidez: no le encontré sentido a la vida. E intelectualmente desarrollé mis argumentos que sostenían que la vida (humana) no tenía sentido. Entonces, en discusiones en bares, con amigos, con gente casual, yo ponía toda el intelecto al servicio de esa idea y lo que yo decía me sonaba a "irrefutable".

    Puedo estar dos días escribiendo sobre todo el proceso, pero realmente quiero hablar de otra cosa.

    No sé si la teoría sobre el amor tiene un asidero en la práctica (quiero decir, creo no haberme dado cuenta cabalmente y no quiero dar un paso material hacia adelante sin vivenciar por mí mismo). Sin embargo, puedo mencionar hasta qué punto llegué al respecto (puede que suene como algo tonto y realmente es algo muy simple como para que sea un "logro" de algún tipo): dentro de un océano de angustias por mis cosas de todos los días, en medio de una inmensa y muy durable opresión en el pecho, de emociones y sensaciones "negativas", observándome psicológicamente, vi que parte de todo ese mundo conflictivo era porque yo mismo no me trataba "bien", no sólo a nivel físico, biológico y psicológico, sino a un nivel profundo interno desde un aspecto súper sutilmente íntimo (eso de "tratarse bien", a ese nivel, lo digo por fuera y no se parece ni es lo que con muy buenas intenciones se puede afirmar en una sesión psicoterapéutica, o en un libro sensato de Autoayuda. A lo que yo me refiero tiene que ver con "otro giro de la rueda...").

    "Penetré" en alguna capa oculta de mi mente y ví el "conflicto". Lo ví, ahí estaba. "Suavicé" (o se suavizó) la rispidez/fricción en esas capas invisibles, íntimas, casi indetectables, y luego pensé que si la teoría sobre el amor tuviera un asidero, una pata real, realizable, en la práctica, sería ese trato ameno, cordial, lleno de paciencia, comprensible, de mí mismo para conmigo mismo a ese nivel de las capas profundas de intimidad del funcionamiento mental. Ese día, por un rato, ese océano de angustias, esa opresión tan incómoda en el pecho, finalizó completamente. Y, otra vez, vi el "antes" y "después" de los estados.

    Quiero dejar en claro que no soy un ser de paz, de luz, ni nada de eso, más bien soy bastante calentón (enojón) y un poco pecador jaja. Uno de mis mayores conflictos ha sido decir algo con la teoría y no serlo con la práctica, por la particular cualidad de mi mente de poder adelantarse convincentemente a cosas que no sucedieron todavía (psicológica y lógicamente hablando y en relación a mí mismo, no hablo de ningún tipo de "videncia").

    (Me sirve un montón eso de que el mal no es algo a ser comprendido sino percibido)

    Un saludo y gracias!!!!!!!!!!!! 2/2

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