sábado, marzo 16, 2013

Experiencia extrema: tomar taxi en Bangalore


La siguiente anécdota de la India requerirá algo de ejercicio de la imaginación.

Cuando llegamos al aeropuerto de Bangalore fuimos asaltados por una pequeña turba de taxistas. Habiendo sido alertados hasta el hartazgo de las pillerías que éstos cometen con los crédulos occidentales, fuimos hasta la compañía que nos indicaron unos amigos, y ahí comenzó otra batalla: la de los precios, en medio de una creciente multitud de curiosos.
Nosotros pedíamos una garantía de que nos cobrarían un máximo de 1200 rupias por cada uno de los dos taxis que ibamos tomar, a lo que el jefe de los taxistas se negaba sospechosamente. Cuando vieron que comenzábamos a mirar a otras empresas, finalmente cedió, pero nosotros estábamos muy determinados y no nos dimos por satisfechos hasta que él firmó su promesa de no cobrar por sobre esa suma en un papelito de ésos que uno recoge del suelo.

Hecho esto, COMENZO la verdadera aventura.

Cuando subimos al auto, sentimos una suave música de mantras que desentonaba por completo con el conductor, que parecía haber nacido dentro de un barril de anfetaminas y había sido uno de los que más nos peleó el precio. El tipo nos preguntó si nos molestaba la música en un inglés de primaria.

- No, por supuesto!!! Si quiere, puede subir el volumen - respondimos.

Entonces él sonrió, cambió la estación a una radio con música indo-pop-rock-punk-metal-electroshock... y aumentó el volumen hasta que las sacudidas del ritmo competían con las de los innumerables y demoníacos baches de Bangalore.
Sacudidos por fuera y por dentro, el tipo ni siquiera bajó el volumen cuando recibió la primera de las 8 (OCHO) largas llamadas que recibió por su móvil, haciendo gala de su extrema habilidad para sortear - en medio de bocinazos - a velocidad a peatones que cruzaban por cualquier lado, rickshaws como plaga de escarabajos, autos a contramano, bicicletas por la vereda, motos estacionadas, y encima esquivaba a bastantes de los susodichos baches - solo para caer en otros - y solamente frenaba ante a las vacas indiferentes a su destino y al de los demás, paradas como tontas en medio de aquel tráfico mortal, como si estuvieran pastando en medio de las verdes praderas de la Patagonia.

A una de mis compañeras se le ocurrió entonces preguntar si sabía bien adónde íbamos.

- Al ashram de Ravi Shankar - respondió, y estalló el escándalo.

- No!!! No!!! No vamos al ashram de Ravi Shankar!!! Vamos a la Fundación Krishnamurti!!!

Mi amiga sacó un papel con las directivas para llegar al sitio, y le recitó en la oreja, lentamente:

- Cruzar Bangalore y salir por la ruta hasta el km 17, doblar donde está el letrero AAA, tomar curva hacia BBB, luego el desvío hacia CCC hasta el fin del camino indicado por el cartel de DDD.
¿Puede repetirme Ud. esto?

- Sí: Cruzar Bangalore y salir por la ruta hasta el km 17, doblar donde está el letrero AAA, tomar curva hacia BBB, luego el desvío hacia CCC hasta el fin del camino indicado por el cartel de DDD...

- WOW!!!!! - quedamos todos sorprendidos. Con una sola repetición, se había memorizado todo perfectamente. Nos invadía ya una corriente de confianza y simpatía hacia el conductor, cuando el tipo termina su recitado con un...

- ... hasta el Ashram de Ravi Shankar.

- NOOOO!!! NOOOO!!! NO VAMOS AL ASHRAM DE RAVI SHANKAR!!! (etc etc etc. La escena se repitió 4 veces, y sólo dejamos de joderlo cuando terminó la secuencia del recitado sin nombrar al dichoso "ashram de Ravi Shankar")

Esta calma duró hasta que entramos al último desvío, anunciado por un enorme cartel de "Ravi Shankar ashram", con lo que nuestra paranoia volvió a hervir la temperatura dentro del taxi y volvimos al ataque contra del taxista.

Pero el asunto es que el pobre tenía razón: el Centro de Estudios de Krishnamurti queda AL LADO del ashram del Ladri Shankar, y vista la fama actual que tenía este gurú, se hacía referencia a nuestro destino indicándose así. Una vez ante en nuestro destino, desagraviamos al nuestro nuevo héroe con una propina que aceptó sonriendo. Debe estar acostumbrado a los occidentales locos.

Se estarán preguntando cuál es el ejercicio de imaginación para ustedes... bueno, se trata de lo siguiente:

Imaginen lo que conté: la pelea con el taxista, las llamadas al móvil, el rumbo alocado del taxi, la música, los bocinazos... todo al mismo tiempo.

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